Uno de cada diez quiere un Führer que gobierne con «mano dura».

Uno de cada diez alemanes quiere un Führer que gobierne con «mano dura».El 11% piensa que «los judíos tienen demasiada influencia» y que habría que cambiar eso. El 12% cree, de hecho, que los alemanes son por naturaleza un pueblo «superior». Y en los Bundesländer del este, una de cada cuatro personas de menos de 30 años de edad se declara abiertamente xenófobo, según un estudio presentado hoy por el Centro de Transformación Social de la Universidad de Leipzig, en el que queda de manifiesto que las tendencias de extrema derecha ganan terreno a buen paso en Alemania y que la crisis de los refugiados parece haber despertado un monstruo dormido desde hace siete décadas y al que muchos habían dado ya por muerto.

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El estudio ha sido dirigido por el director del Centro de Investigación de Transformación Social, Oliver Decker, y presentado por la televisión pública alemana ARD. Una encuesta realizada a 2.420 personas arroja como resultado que los alemanessubvaloran de forma bastante generalizada a los ciudadanos extranjeros y que aproximadamente la mitad de ellos afirma que en ocasiones se siente como un extraño en su propio país debido a los muchos musulmanes que hay. Y esta sensación no es exclusivamente fruto de la crisis de los refugiados porque en 2014 el porcentaje ya era del 43% y 2009 del 30,2%. Hoy en día y según la última encuesta, el número de alemanes que creen que se debería prohibir a los musulmanes entrar en el país se sitúa en el 40%, frente el alrededor del 25% que había en 2009.

Amenaza difusa

Decker explica que el estudio constata que muchos alemanes se sienten expuestos a una amenaza difusa, que es atribuida a los refugiados, aunque en su opinión «eso no tienen nada que ver con la realidad». «El rechazo a los extranjeros se va fraguando con mensajes que las personas escuchan,falsedades como que los refugiados están siendo instalados en hoteles de lujo. El hecho de que se esté hablando de esto en el discurso público permite que muchas personas procedan en forma masiva contra esa supuesta amenaza, incluso con violencia», advierte, «esa es precisamente la fase en la que nos encontramos y eso es lo que posibilita que ese tipo de tendencias se abran camino».

La policía contabilizó más de mil ataques contra centros de refugiados en 2015 y esa cifra podría haber sido superada ya en lo que llevamos de 2016. Esta misma semana, un alemán de 21 años disparó e hirió con un rifle de aire comprimido a una niña macedonia de 5 años y a un joven sirio en un albergue de refugiados en la ciudad de Lingen. El tirador disparaba desde la ventana de su apartamento, en un tercer piso, a un albergue de un campamento de refugiados, situado a sólo 40 metros de su casa. A pesar de que ambos fueron hospitalizados, la policía registró el apartamento del atacante y le fue confiscado el rifle y la munición, pero no fue arrestado porque, según expresó uno de sus portavoces, «no había motivos legales para la detención».

Sin antecedentes violentos

«Muchos de los delitos contra refugiados los cometen personas que antes no habían mostrado comportamientos violentos. Los alemanes se están despojando de su inhibición y agreden a extranjeros considerando que ejecutan algo que comparte y aprueba la mayoría de sus conciudadanos», explica Decker.

El estudio deja constancia de que «la visión del mundo de la extrema derecha permite utilizar la violencia contra gente que, si bien es débil, constituye una amenaza cuando forma parte de una muchedumbre». Los investigadores no tienen claro si el partido político Alternativa para Alemania (AfD) y el movimiento xenófobo Pegida están liberando esas conductas o simplemente lucrándose de ellas. «Lo que sí es cierto es que suponen una posibilidad de expresión política de esas actitudes violentas y convicciones», afirma Decker, «y comprueba que un número increíblemente elevado de partidarios de AfD aceptan declaraciones muy despreciativas sobre seres humanos como los musulmanes, los gitanos o los homosexuales». «Ven a esos colectivos como seres humanos menos valiosos», indica, «de forma que definen conceptos como pueblo, nación y comunidad según criterios racistas, sexuales o nacionalistas».

Para la nueva extrema derecha alemana, por tanto, ser alemán significa unaherencia consanguínea, en contraposición con el Derecho, y los refugiados suponen una amenazan extranjerizante a su existencia, lo que justifica la violencia.

ABC.es