epe – El waterpolista, primer hombre deportista de equipo en declarar públicamente su homosexualidad en España, publica este miércoles su primer libro, basado en sus propias experiencias: ‘Balón amarillo, bandera arcoíris’ (Libros Cúpula).
En mayo de 2016, Víctor Gutiérrez (Madrid, 1991) se convirtió en el primer hombre deportista de equipo en salir públicamente del armario en España. Jugador internacional de waterpolo, desde entonces ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a trabajar por los derechos LGTBI en el mundo del deporte. «He querido de hacer de mi orientación sexual una bandera con la que hacer activismo», explica él en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, desde su despacho en Ferraz como secretario de políticas LGTBI del PSOE, cargo que ocupa desde hace un año. Este miércoles publica Balón amarillo, bandera arcoíris (Libros Cúpula), un libro en el que entrelaza sus vivencias personales, desde que era un niño hasta la actualidad, con reflexiones sobre las dificultades que experimentan todavía las personas LGTBI para visibilizarse. En la sociedad en general y en el mundo del deporte en particular.
Pregunta. Su libro parece más enfocado hacia quienes aún tienen prejuicios o reparos hacia las personas LGTBI que hacia quienes están plenamente sensibilizados con la causa.
Respuesta. El objetivo del libro no es solo poner sobre la mesa mi historia, sino también realizar una reflexión sobre las dificultades a las que las personas LGTBI nos enfrentamos en el mundo del deporte en general y en el del deporte de élite en particular. Porque cada vez que tengo la posibilidad de hablar en medios o de tener exposición pública recibo muchos comentarios de que ya no es necesario lo que hago: que ya nos podemos casar y demás. Realmente no saben las dificultades a las que nos enfrentamos, que van mucho más allá de la simple visibilización. Desde que tienes 10 u 11 años y empiezas a tener un poquito de instinto sexual, entras en conflicto contigo mismo. Salir adelante en esta situación es complicado.
P. Una de las conclusiones que arroja el libro es que sufrió más homofobia antes de salir del armario que después de hacerlo. ¿Es así?
R. Es real. Para mí el proceso más difícil fue la aceptación personal, porque la viví solo, no lo hablé con mi familia o con amigos. Ese proceso de entenderte es el más difícil, porque se pone en contraposición lo que tú eres con lo que te han enseñado que tienes que ser. Una vez que yo me abrazo, me acepto a mí mismo y salgo del armario públicamente, lo que he recibido en un 99% son mensajes positivos de apoyo, cariño… De normalidad. También estás más expuesto a mensajes negativos, pero si hago un balance de mi salida del armario, lo negativo es anecdótico.
P. ¿Pero por qué cree que le llamaron “maricón” muchas más veces antes que después de salir del armario?
R. Porque es cultural. Lo primero que aprenden los niños es ‘maricón’ y ‘puta’. Es una palabra que tenemos normalizada en la sociedad y en el mundo del deporte de manera particular. Llevo toda la vida escuchando “no chutes como una niña” o “no seas maricón”. Ese tipo de comentarios, que muchas veces no se dicen por una necesaria LGTBIfobia, afectan a los niños y niñas que los escuchan con 11 años. Cuando a mí me decían «no seas maricón», queriendo decirme «no seas flojo», me ponían una barrera: ¿cómo voy a decir yo en algún momento que soy gay si constantemente esa palabra está en boca de entrenadores y compañeros con connotaciones negativas?
Llevo toda la vida escuchando “no chutes como una niña” o “no seas maricón”. Lo tenemos normalizado en la sociedad y en el mundo del deporte de manera particular.
P. Hay, sobre su adolescencia, una frase capital en el libro: «Si te haces amigo del maricón es que tú también lo eres». Hay una doble condena en esa expresión que, en cierta manera, lo sintetiza todo.
R. Yo sabía que era homosexual, pero lo mantenía oculto. Para mí habría sido más fácil acercarme a otros chicos se salían algo de la norma, tenían algo de ‘pluma’ y yo pensaba que podían ser homosexuales. Habría sido más fácil hablar de lo que sentía con esas personas. Pero mi miedo era que, si todo el mundo le llamaba a ese chico maricón y yo me hacía amigo suyo, a mí también me iban a llamar maricón. Y eso les pasa también a chicos heterosexuales, que no se hacen amigos de un gay o una lesbiana para que no se lo llamen a ellos también. Todo lo que supusiera exteriorizar una señal que identificase una orientación sexual distinta a la heterosexual me espantaba.
Víctor Gutiérrez, durante su entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA./ALBA VIGARAY
P. ¿Recuerda el primer día que fue, verdaderamente, un chico feliz?
R. Toda mi infancia, antes de ese primer “maricón” a los ocho años, fui un chico feliz porque tuve todos los ingredientes para serlo: he tenido el apoyo de mi familia, una situación económica buena, he hecho el deporte que me ha gustado y se me ha dado bien, sacaba buenas notas… Pero una vez tuve conciencia de quién era y lo que implicaba, fui un chico infeliz. Yo buscaba en los demás el aplauso que no me daba a mí mismo, a base de ser el mejor en la piscina y en clase para así quererme a mí mismo un poquito, porque yo no me quería nada. Empecé a ser verdaderamente feliz cuando hablé con mi mejor amigo y le dije quién era, con 17 años. Necesitaba ser yo mismo con al menos una persona y recibir su feedback positivo me dio muchísima confianza y autoestima, porque comprobé que la gente podía ser capaz de quererme sin prejuicios y por cómo era. Fue el primer paso de empezar a sentirme feliz hasta hoy, cuando considero que soy absolutamente feliz.
P. Fue capitán de sus equipos entre los 13 y los 18 años. ¿Cree que lo habría sido en caso de haberse declarado abiertamente homosexual?
R. Creo que no. Mira, gran parte de los compañeros con los que empecé a jugar a waterpolo son íntimos amigos a día de hoy y pienso que me hubiesen querido igual si con 14 años les hubiese dicho que era gay. Pero a esas edades… Es cuando más crueles somos, cuando haces cosas de las que años después te avergüenzas. Creo que ser abiertamente homosexual me habría cerrado las puertas de la capitanía, del respeto, que es al final de lo que está impregnada esa condición de capitán.
Creo que ser abiertamente homosexual me habría cerrado las puertas de la capitanía, del respeto, en mi adolescencia
P. Se suele identificar a un vestuario deportivo masculino como un espacio homófobo y machista. ¿Es así?
R. El deporte, per se, es machista y el vestuario es el lugar donde sale a flote toda esa masculinidad mal entendida, esa testosterona machista. Yo en la piscina he escuchado siempre, cuando pasan las chicas de sincronizada, ciertos comentarios que… Que parecen cromañones. Yo en el deporte he recibido muchas charlas, pero casi todas sobre dopaje o hábitos alimenticios, ninguna sobre diversidad sexual y de genero, de respeto, de tolerancia… Esos mensajes son importantes para que entrenadores y jugadores sepan gestionar este tipo de situaciones desde edades tempranas.
P. En el libro menciona que sufría ‘bullying’ en la selección española, pero no profundiza demasiado sobre el tema.
R. Es que quería que el libro fuese en clave positiva. Sé que la mayoría de gente que lo leerá es totalmente ajena al mundo del waterpolo, pero a su vez sé que lo va a leer todo el mundo del waterpolo y no quería que nadie pudiese decirse que mi libro es una especie de venganza o que iba a ir en contra del mundo del waterpolo. Cuento lo que tengo que contar y la mayor parte de cosas me las guardo para mí, porque contarlas no es el objetivo. Pero es verdad que en la selección absoluta nunca llegué a ser feliz. Llegas al máximo nivel de tu deporte, para disputar campeonatos de Europa, del Mundo o JJOO y se acaba convirtiendo en una pesadilla porque tus compañeros… Seguro que no lo hacían de una manera… Yo no disfrutaba. Hace poco estuve en Canarias, con un equipo que se ha puesto bañadores con la bandera LGTBI. El entrenador fue compañero mío en la selección y tras escuchar la conferencia me dijo: “Cuánto daño te hemos hecho sin saberlo, de manera inconsciente. Se me pone la piel de gallina”. Y estás en la élite, no puedes ir a tu entrenador a decirle que te están llamando maricón. No es una clase, es un ámbito en el que tienes que sobrevivir. Y es un factor que ayuda a explicar por qué nunca llegué a triunfar con la selección.
No puedes ir al entrenador de la selección a decirle que te están llamando maricón, tienes que sobrevivir
Víctor Gutiérrez en su despacho de Ferraz./ALBA VIGARAY
P. Narra un episodio en el que un rival, Nemanja Ubovic, le llamó ‘maricón’. ¿Nunca más le ha ocurrido en estos años?
R. Me ha pasado más veces, pero cuando me visibilizo lo quiero hacer en clave positiva y hay muchas cosas que me callo para no manchar el mensaje que quiero transmitir. Estos años, compitiendo, alguna vez me han llamado maricón. Luego la persona ha venido a disculparse y lo he justificado siempre pensando que a 200 pulsaciones todos decimos cosas de las que luego nos arrepentimos. Esa vez de Ubovic me afectó más que nunca, en un momento en el que me sentía más seguro que nunca, y se me desmoronó todo. Me llevó a reflexionar sobre por qué tenía que justificar que eso pudiera ocurrir. Yo también he estado a 200 pulsaciones y nunca he insultado a nadie por su condición sexual, por su color de piel… Creí en ese momento que era importante hablar también de lo negativo y aprovechar que tengo visibilidad en los medios para denunciarlo. Gracias a eso, se produjo la primera sanción por homofobia en la historia del deporte en España. Sirvió para sentar un precedente.
Cuando me visibilizo lo quiero hacer en clave positiva y hay muchas cosas que me callo para no manchar el mensaje que quiero transmitir
P. He preguntado a muchos jugadores de fútbol si alguna vez han compartido vestuario con compañeros gais. Todos dicen que no, que ellos sepan.
R. El fútbol en España es la disciplina en la que se visibilizan las peores cosas del deporte, en buena medida porque es el más mediático y practicado. ¿Cómo se le va a pasar por la cabeza a un futbolista decir que es gay con los insultos homófobos que se escuchan en los estadios? Y yendo a la élite, no creo ni siquiera que sea una decisión personal. El jugador se representa a sí mismo y a su club, que es una marca que trabaja en todo el planeta. Y para un Madrid, un Barça o un Atlético el tema LGTBI es conflictivo, porque venden su producto en Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Rusia, China… Y el Madrid quitó la corona de su escudo y el Barça la Cruz de San Jorge del suyo para penetrar en el mercado arábigo, pero son incapaces de colocar una bandera arcoíris en un brazalete.
P. ¿Cuántos deportistas LGTBI se le han acercado porque no tenían valor de declararse abiertamente como tales?
R. Bastantes. Lo mejor de visibilizarme es poder haberme acercado a otras personas que han pasado por esto. Seis años después sigo recibiendo mensajes dándome las gracias porque les he inspirado para hablar con sus padres o sus compañeros de equipo. Algunos de ellos son deportistas y me dicen que les da miedo por los comentarios que hacen sus compañeros o entrenadores. Y eso está pasando en España en 2022. Mientras una persona en este país sienta vergüenza de ser quién es y se sienta incapaz de hablar con su entorno sobre su propia identidad, quedará mucho por hacer.
Víctor Gutiérrez durante un partido./ARCHIVO
P. ¿Algún futbolista hombre se ha dirigido a usted?
R. Ninguno. Los pobres deben tener tanto reparo, pensando en que me puedan escribir y se pueda filtrar… Es una burbuja aparte, un mundo super hermético. Espero que veamos algún futbolista dando ese paso, pero no es responsabilidad suya, sino de todo su entorno, desde sus compañeros de equipo hasta la política. No puede ser que un futbolista se visibilice y después escuche durante su carrera a aficionados en estadios llamándole maricón sin que se recoja en actas, sin sanciones, sin que haya campañas de sensibilización… Debemos trabajar en convertir el deporte en un entorno seguro para las personas LGTBI.
P. ¿El gran cambio llegará el día que dejemos de asumir que, por defecto, la gente es heterosexual?
R. Ese va a ser un gran cambio, no dar por hecho nada. Si no lo hacemos, no contaminamos la cabeza. Estuve toda la vida escuchando la pregunta de cuánto tendré novia. Es una cuestión de respeto. Las personas LGTBI nunca dejamos de salir del armario: lo hice en casa con 18 años, públicamente con 25 y lo sigo haciendo a diario. Me subo en un taxi y el taxista pregunta si tengo novia. Y mira, para cinco minutos de trayecto, ni me molesto en explicar nada. O en un entorno laboral nuevo te preguntan si tienes mujer. Y pasa también con las mujeres en general. Yo tengo amigas de mi edad que me dicen: “No sé si quiero ser madre por la presión de mi entorno social o porque de verdad me apetece”. Tenemos que acabar con eso.
P. Vio las imágenes de Nadal y Federer agarrándose la mano en la despedida del suizo.
R. Las vi y de entrada no les di ninguna importancia, las vi de manera muy natural. Son dos amigos demostrándose lo mucho que se aprecian. Que una demostración de afecto y cariño entre dos hombres heterosexuales pueda derivar en que se cuestione su masculinidad o su heterosexualidad dice mucho de lo enferma que está aún la sociedad. Es muy positivo que dos personas tan mediáticas como ellos quieran visibilizar en público lo mucho que se aprecian, con un roce, que en el constructo clásico de la masculinidad no está permitido o te convierte en menos hombres. Es una demostración de cariño, de afecto y de que la amistad está por encima de lo que puedan pensar y un buen ejemplo para derribar la mentalidad de que el hombre no puede mostrar sus sentimientos, no puede llorar… Bravo por ellos.