Un cliente insatisfecho amenaza con un hacha al dependiente: “Me dijo que me iba a mandar de vuelta a mi país”.

El País/Patricia Peiró.- Berlín Kuekem consiguió echar al hombre de la tienda y llamar a emergencias desde el interior del establecimiento.

Un día de verano, entró en la tienda de Berlín Kuekem un hombre con su ordenador estropeado. El disco duro no daba más de sí. “Se descargaba películas raras”, apunta el dependiente sin entrar en innecesarios detalles. El empleado de la tienda se quedó con el aparato y lo envió al técnico que colabora con este modesto negocio del distrito de Arganzuela en Madrid. Consiguieron recuperarlo y pocos días después se lo entregaron como nuevo al cliente. Comprobó que funcionaba, pagó y se fue a su casa a seguir dando uso al ordenador como mejor le pareciera. Pero esa no sería la última vez que se verían las caras.

Seguramente, el hombre descargó de nuevo contenido perjudicial para el portátil, porque el dispositivo volvió a decir basta. Entonces, regresó al local de Kuekem, madrileño nacido en Camerún, pero esta vez con quejas airadas. Habían pasado tres meses desde la primera reparación. “Yo le dije: ‘Cuando te lo entregamos funcionaba, ¿no? No nos puedes echar la culpa de que ha dejado de funcionar otra vez”. A pesar de los malos modos, el encargado aceptó volver a revisar el aparato y no cobrarle esta segunda reparación. “Al final quieres ganar clientes, así que acepté no cobrarle para que viera la buena voluntad”, relata tras el mostrador. No obstante, el encargado del negocio le recordó que si tenía alguna queja, tenía a su disposición las hojas de reclamaciones, cuenta Kuekem, a la vez que señala el cartel que así lo indica, situado entre una foto firmada del jugador del Real Madrid Casemiro y la foto de un Cristo yacente.

El negocio de Kuekem es uno de esos pequeños locales con un amplio surtido de productos y servicios: desde el envío de divisas, hasta las fotocopias, reparación de dispositivos, venta de tarjetas prepago… Lleva detrás de su mostrador más de una década, toma café por las mañanas en el bar de al lado y nunca había tenido ningún problema con sus clientes. Hasta que se topó con uno que nunca olvidará. Este luenes, sobre las seis de la tarde, volvió a entrar en el establecimiento el hombre del ordenador. “Yo pensé que venía por fin a por él, que llevaba ahí en la trastienda más de un mes, pero en lugar de eso me dijo: ‘Ven, ven, que te quiero enseñar una cosa”.

El cliente empezó a bajar la cremallera de su abrigo y mostró a Berlín Kuekem un hacha algo oxidada. Mientras hacía esto, el cliente enfurecido hizo referencia a los orígenes africanos del dependiente y también le dedicó una ristra de insultos y amenazas. “Me dijo que me iba a mandar de vuelta a mi país, pero mi país es este, pago los impuestos como todo el mundo, no hay una fila especial en Hacienda para negros”, relata. Con ayuda de un amigo que se encontraba en ese momento en la tienda enviando dinero a su país, lograron hacer un intento de dialogar con él, mientras lo iban dirigiendo hacia la salida. En un último movimiento rápido, le echaron a la calle y cerraron la puerta. Entonces, Kuekem llamó al 112 y en apenas unos minutos llegó al local una patrula de la policía municipal.

Cuando vio a los agentes, el agresor corrió a esconder el hacha por los alrededores, pero a los policías no les costó encontrarla. El hombre quedó detenido, a pesar de que acusaba al encargado de haberlo querido engañar. Kuekem enseña la denuncia que presentó a continuación en una comisaría de Policía Nacional. La guarda en la misma estancia en la parte trasera de la tienda en la que permanece el portátil del hombre, que nunca quiso recoger.